Este Blog ha sido creado como corolario de la Cátedra Cultura y Sociedad dictado por el Sociólogo Jaime Suárez en la Universidad del Mar Sede Copiapó, con el propósito de difundir conceptos e ideas vistos y analizados en clases.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Censura del silencio.


Los olores, las texturas, los sonidos, los colores, nos hacen remontar nuestra memoria hacia el pasado. Experiencias y acciones ocurridas en algún momento de nuestras vidas, ya sean estas buenas o malas dependiendo del contexto Histórico-Social en que nos tocó vivir, son las encargadas de condimentar nuestras vidas
En mi retina se encuentran recuerdos ligados al cobijo del adobe,  sonidos de árboles y animales, condimentos varios; sin embargo, los recuerdos que más frecuentemente se presentan en mi acontecer diario son los eternos relatos de mi abuelo, esos que hacían vibrar a un pequeño haciendo proyectar la imaginación a hechos pasados. Con el relato de  acontecimientos llenos de enseñanzas, acciones y emociones, el supo  desplegar en todo su esplendor la curiosidad de un pequeño, y como la mejor malla programática, al pasar los años las historias se iban adaptando a la edad y a las nuevas curiosidades que comenzaban a aflorar.
Dentro del repertorio hay innumerables historias de vida, anécdotas e interpretaciones históricas de un espectador privilegiado de nuestra del acontecer social e histórico, donde la simple y voraz mirada de un agricultor, criancero, obrero, matón, apicultor y eterno soñador, en otras palabras, es un relator interno de los aconteceres del “bajo pueblo” como diría Gabriel Salazar.
Pero hay un relato dentro de este repertorio muy singular, que se ha impregnado en mí, como tinta indeleble, el cual convoca fantasmas del pasado -como dirían algunos-, y que  para otros seria la gran manifestación social que haría de esta tierra un lugar más justo. Es una parte de nuestra Historia reciente, acontecida bajo el gobierno del Presidente Salvador Allende, relato que recuerdo de la siguiente forma:
“El gobierno del “Chicho” Allende, era un buen proyecto, pero él no podía estar en todos lados y muchas veces la personas que lo rodeaban no supieron cumplir bien su trabajo. Cuando se implemento la ansiada reforma agraria muchos compañeros obtuvieron ese pedazo de terruño, a mi me ofrecieron quedarme con uno, pero no necesitaba más, para que más, con lo que tenia, que es casi lo mismo que tengo ahora, me bastaba.
Luego al recorrer las tierras divididas, vi que estaban siendo poco trabajadas, muchos  amigos y conocidos solo mataban el tiempo bajo los olivos, tal vez no por una opción personal, tal vez la falta de herramientas o quién sabe qué diablos; pero en fin, llego la dictadura y todo volvió  a ser como antes: los ricos más ricos y el sueño del obrero se derrumbo de un plumazo”.
Analizando estas simples palabra se pueden observar las necesidades de un pueblo lleno de sueños, se puede apreciar por lo cercano del lenguaje, la llegada que tuvieron en el pueblo  estas nuevas ideas; se deja entrever la ilusión de una sociedad mejor, como también se deja entrever los desafíos y las dificultades  vividas en ese momento, dificultades ligadas a la polarización de la sociedad que se estaba gestando y la revolución social que se estaba intentando construir, por vez primera en el mundo. Por último en el relato se puede apreciar bajo simples palabras el grado de tensión interna durante y en el crudo término de esta historia que marcó, literalmente, a sangre el porvenir de nuestro país.
Con las palabras anteriores quiero plasmar la importancia de la Historia Oral como motor de toda sociedad, ya que en ella se encuentra la llave de liberación metodológica  y de ideas, pero lo más importante de todo es que se puede hacer partícipe de la historia a los relegados de siempre, a las persona comunes y corrientes, alejadas de las esferas de poder, pero cercana a sueños y a una sociedad más justa.
La historia de un pueblo está en los recuerdos y las vivencias de sus habitantes, esta no se encuentra en los fríos cuartos de estudio de cerrados historiadores, que lo único que hacen tibios sus relatos es su lámpara sobre su escritorio. La historia está en la calles, en las poblaciones, en las peluquerías, en los cantos populares, en los bares, en las juntas de vecino, en los burdeles y por supuesto en la palabra de los sabios mayores.

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